EL EJE DEL HAIKU (EL ALMA DEL HAIKU)VICENTE HAYA
Shibyô ete
tsume
utsukushiki
hioke kana
死病えて爪うつくしき火桶かな
Está enferma de muerte…
¡Sentada al brasero,
qué hermosas sus uñas!
Todo haiku tiene un corazón. Hay tan sólo que pegar el oído
interno, y ver qué término de los que se usan en el haiku late con más fuerza.
Este corazón a veces es una palabra que se sitúa a modo de eje en el verso
central del haiku:
Shibyô ete
tsume
utsukushiki
hioke kana
死病えて爪うつくしき火桶かな RYÛNOSUKE
Está enferma de muerte…
¡Sentada al brasero,
qué hermosas sus uñas!
Los elementos que conforman este haiku son: una mujer, unas
uñas hermosas, una enfermedad mortal y un brasero. Pero el eje que hace girar
todos los elementos en torno a sí –en la versión original- son “las uñas”
(tsume).
Al poeta le ha llamado la atención la hermosura de las uñas
de una mujer que ha contraido una enfermedad mortal. Seguramente es de su
familia, pues de otra forma no emplearía el verbo eru (que normalmente se usa
para “lograr, conseguir, ganar” y sólo cuando se lo atribuye uno a sí mismo o a
su entorno familiar para algo como “conseguir ponerse enfermo”). Es posible que
sea su propia esposa, a la que sigue viendo hermosa (“sus lindas uñas”) aunque
no falte demasiado para el fatal encuentro con la muerte.
He aquí la naturaleza oculta de este haiku: aparentemente es
un poema dedicado a las uñas hermosas de una mujer que va a morir. Analizado en
profundidad, es un haiku intimista de alguien que ama y sufre por la muerte
próxima de su ser amado. Este haiku está trenzado con amor y angustia… ¿Y de
qué se nos habla? ¡De uñas!
Alguien que no amara tal vez se habría fijado en cualquier
signo de decadencia de los muchos que preceden a la terrible enemiga de la
vida. Consciente de la proximidad de la muerte -en una cultura de herencia
shintoísta como la japonesa- quizá ni siquiera un poeta habría sido capaz de
ver la belleza, si no fuera por amor.
Hay, además de esa mirada amorosa que hace bellas las cosas
(y que se centra en unas uñas de mujer), muchos componentes que dan fuerza y consistencia
a este haiku: por ejemplo, un sentimiento de lo frágil que es la vida. La vida,
que consigue adoptar formas que nos cautivan, y que –hasta su último instante
de ser vida- va a querer aferrarse a su belleza: esa mujer está enferma,
mortalmente enferma, y quizá todo su cuerpo está consumido y nada de hermosura
queda en él… excepto las uñas.
Y se refugia junto al brasero. El frío se va apoderando del
cuerpo de ella, como se apodera de la Naturaleza en el invierno, y va cercando
por fuera y por dentro a esta criatura moribunda. El calor que la anima va
mitigándose en su interior; suple la falta de calor vital con un brasero... A
nosotros -los seres humanos- nos simpatiza la fragilidad, pero no a la
Naturaleza, que no tiene piedad con sus criaturas. También la belleza está
destinada a la muerte. También el amor está destinado al dolor de la
separación…
Una mujer enferma de muerte, unas hermosas uñas, un brasero.
Y tras estas diecisiete sílabas, una muerte sobria, sin literatura. Nada más.
La vida continúa sin darnos la menor posibilidad de detenerla con nuestro
juicio de aprobación o desaprobación.
Un segundo ejemplo. En el haiku anterior -el que nos hablaba
de una mujer mortalmente enferma- el “eje” eran las uñas. En este haiku que
sigue el tema es la muerte de una madre y todo gira alrededor del sudor. ¿Por
qué situar como “eje” de haikus de tono trágico elementos tan prosaicos como
las uñas o el sudor? Porque los haijin saben bien que si algo puede vulgarizar
el haiku es la falta de pudor al expresar nuestros sentimientos en él:
Konjô no
ase ga kieyuku
okâsan
今生の汗が消えゆくお母さん KOGA MARIKO
Cada vez menos perceptible
el sudor de esta vida…
Mi madre…
¿Puede el poeta expresar sentimientos en su haiku? Sí,
siempre que hayan sido causados por algo que realmente justifique dicha
exhibición de emociones. Al cabo de miles de haikus, excepcionalmente, un
haijin se permite decir en su poema que se siente solo, anciano, que se le ha
muerto su hijo o que recuerda a su madre ya difunta. El “haiku intimista”, en
el que el poeta nos confiesa sus sentimientos, es legítimo y en la práctica se
da, pero quien se atreva a escribir uno de estos haikus lo hace consciente de
que en una cultura como Japón -que castiga ferozmente la individualidad- está
retando a su sociedad, está atrayendo el juicio de todos sobre sí mismo. Sus
compatriotas podrán luego absolverlo o no de su atrevimiento de decirle al
mundo lo que siente, dependiendo de lo que motivara su haiku. De ahí que,
mientras menor sea la manifestación de dolor del haijin, tanto más fácil será
que su haiku resulte aceptable a sus conciudadanos. Mientras con más discreción
se muestren los sentimientos en un haiku, con menos reparos será leído y menos
trabas tendrá para llegar a ser realmente una obra maestra.
Véase, por ejemplo, en este caso, la aparente frialdad con
que la poetisa nos dice que acaba de morírsele su madre. Podría haber
certificado poéticamente la muerte de innumerables modos más hermosos que éste,
pues infinitos son los signos de la vida. Pero ha elegido el que más dice de
las últimas horas de sufrimiento, empapadas en fiebre delirante, de su madre.
“Cesó de sudar” es tanto como decir “cesó de sufrir”, y lo que más le importa a
Mariko en este caso es contarnos cómo la fiebre era algo que le angustiaba.
Tras las últimas horas de agonía, Mariko escribe y dice en voz alta: “Ya ha
dejado de sudar, como sudan las criaturas de este mundo”.
Hay también un cierto juego poético entre lo que está y lo
que no está: el sudor de la madre no está (aunque se mencione en el haiku), la
poetisa sí está (aunque no se incluya a sí misma en él). No está la madre
aunque la apariencia de su cuerpo quiera hacernos creer lo contrario; está la
muerte aunque no sea una realidad visible. Obsérvese cómo, en este caso, la
muerte es para el haijin una presencia real, algo que está ante él y provoca el
haiku, no una idea ni un miedo abstracto. Una presencia que, como todas las
presencias, tiene sus efectos. Uno de ellos es que el cadáver deje de sudar. En
este caso, una ausencia (el sudor) revela una presencia (la muerte). La muerte
es suceso porque se nos hace presente, y, en tanto que suceso, debía aparecer
en el mundo del haiku.